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Dupes vs. falsificaciones: ¿cuál es la diferencia y por qué estamos tan obsesionados?

Cómo distinguir entre inspiración y copia, y qué nos dice sobre nuestro consumo y estilo personal.


La moda tiene muchas caras. Algunas brillan, otras incomodan, y otras nos hacen preguntarnos cosas que no siempre queremos contestar. Una de ellas es el fenómeno de los dupes y cómo se diferencia (o no tanto) de las falsificaciones. ¿Por qué nos atrae tanto la idea de conseguir “lo mismo” por menos? ¿Hasta dónde es inofensivo y en qué punto se vuelve un problema?


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Dupes vs. falsificaciones: una delgada línea.


Una falsificación: es una copia ilegal que busca engañar. Replica logos, diseños, packaging y pretende pasar como el original. Es ilegal y afecta directamente a la propiedad intelectual de las marcas.


Mientras que dupe viene de “duplicate”. Son productos inspirados en un original, pero que no lo imitan al 100%. No llevan logos falsos ni pretenden hacerse pasar por la marca de lujo. Por ejemplo: una cartera de Zara que recuerda sospechosamente a una de Bottega Veneta, o un labial de supermercado que tiene un tono casi idéntico al de Dior.


A simple vista, la diferencia parece clara. Pero en la práctica, la frontera es difusa: ¿hasta qué punto un dupe “rinde homenaje” y en qué momento está explotando el trabajo creativo de otro?



La obsesión cultural por los dupes.


El artículo de Business of Fashion (“Is Dupe Culture Out of Control?”) pone el foco en cómo TikTok y otras plataformas hicieron de los dupes un fenómeno cultural. Hashtags como #dupe acumulan miles de millones de vistas. La dinámica es clara: alguien muestra la versión “low cost” de un producto viral y la audiencia responde con entusiasmo.


Esto no solo ocurre en moda: en belleza es aún más explosivo. Otro artículo de BoF (“Beauty Dupes’ Haul of Fame”) muestra cómo las generaciones más jóvenes celebran encontrar un “gemelo económico” de un producto premium. Marcas de maquillaje se ven replicadas en tonos, fórmulas y hasta envases, pero bajo el paraguas de lo “inspirado”, no de lo falsificado.


En este fenómeno hay una mezcla de democratización y ansiedad: queremos acceder a la estética aspiracional sin pagar el precio real. Y las redes sociales amplifican la urgencia, generando esa sensación de “lo necesito ya”.



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El lado oscuro: impacto en diseñadores y marcas.


Detrás de un objeto de deseo hay horas de investigación, diseño, pruebas y creatividad. Los dupes, aunque no ilegales, muchas veces se benefician de ese proceso sin aportar nada nuevo. El famoso “reloj de los dupes” que describe Business of Fashion señala que el tiempo entre el lanzamiento de un producto de lujo y la aparición de su dupe se acorta cada vez más: a veces apenas semanas.


Esto no solo erosiona la exclusividad de las marcas, sino que también afecta a los diseñadores independientes y a los creativos emergentes: si su trabajo puede ser replicado casi inmediatamente por marcas con mayor capacidad de producción, pierden ventaja competitiva y visibilidad. Además, plantea un dilema ético para los consumidores: ¿estamos celebrando la creatividad o simplemente aplaudiendo la copia accesible?


Incluso algunas casas de moda han optado por estrategias agresivas para proteger sus diseños, desde litigios hasta colecciones limitadas con características que son casi imposibles de replicar, mostrando que el impacto de los dupes puede ser económico y creativo a la vez.



¿Homenaje o parasitismo?


La pregunta de fondo es incómoda: ¿comprar un dupe es empoderador porque nos permite acceder a algo que de otra manera sería inalcanzable, o es parte de un sistema que devalúa la innovación y sostiene un consumo masivo sin freno?


Aquí podemos incluir ejemplos concretos: por ejemplo, una blusa de Zara que se inspira en un diseño de Balmain, o un labial de una marca económica con un tono idéntico al de un producto de lujo. La intención detrás de la compra hace toda la diferencia: no es lo mismo elegir un dupe porque apreciás su diseño, textura o funcionalidad, que perseguir la ilusión de “tener lo mismo” solo para cumplir con una idea externa de estatus.


Podemos sumar una reflexión más amplia: el fenómeno de los dupes nos invita a cuestionar nuestro propio consumo. Nos obliga a preguntarnos si queremos expresarnos a través de lo que usamos o simplemente encajar en estándares sociales que nos dictan qué debemos desear. En última instancia, la diferencia no está en el objeto, sino en nuestra relación con él y con la creatividad que lo originó.


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Una reflexión final.


Los dupes no son ni héroes ni villanos. Son un síntoma. Hablan de nuestra relación con el deseo, la moda y el consumo. Nos enfrentan a preguntas que incomodan: ¿qué valoramos realmente en un objeto?, ¿su precio, su historia, su creatividad, o la validación que creemos que nos da?


Y como siempre, la moda —más allá de la tela— termina siendo un espejo. Un espejo que, esta vez, refleja tanto nuestras ganas de pertenecer como nuestro ingenio para hackear el sistema.



¿Qué estoy buscando cuando quiero un dupe o, incluso, cuando me tienta una falsificación?

¿Quiero el objeto por lo que me gusta estéticamente?

¿O lo deseo por lo que representa socialmente?

¿Es una forma de expresarme o un intento de encajar?



La diferencia más profunda no está en el producto, sino en cómo nos relacionamos con el deseo, el consumo y nuestra propia identidad.


La próxima vez que sientas la tentación de buscar un dupe, preguntate:

¿es una herramienta para jugar con mi estilo o un parche que tapa una inseguridad?


Porque al final, ni el original ni la copia definen tu valor. Lo que realmente importa es la historia que vos querés contar con lo que vestís.



Bibliografía / Fuentes citadas:

  • Business of Fashion. Is Dupe Culture Out of Control? (2023).

    Business of Fashion. Beauty Dupes’ Haul of Fame (2023).

Imágenes:

  • Business of Fashion


 
 
 

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